El Desafío Imposible: Nadar 46 km Alrededor de Manhattan… ¡Con Esposas!

El Desafío Imposible: Nadar 46 km Alrededor de Manhattan… ¡Con Esposas!

El Desafío Imposible: Nadar 46 km Alrededor de Manhattan… ¡Con Esposas!

Por José M Romero · 03 de December de 2025

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⏱️ Tiempo de lectura: 4 min

Una locura que rompió todos los esquemas

Imagina esto: estás en el agua, con el desafío de nadar 46 kilómetros sin parar, rodeando una de las islas más famosas del mundo. Ahora, para hacerlo un poco más “sencillo”, súmale un par de esposas en las muñecas. Suena a película, ¿cierto? Pues esto fue exactamente lo que hizo Michael Moreau, un neoyorquino de 49 años que decidió que nadar una ultramaratón no era suficiente desafío. Tenía que hacerlo con las manos atadas.

En menos de 10 horas, Moreau completó la vuelta a Manhattan, logrando no uno, sino dos Récords Guinness: el nado más largo en aguas abiertas con esposas y ser la primera persona en la historia en lograr esta hazaña. Una proeza que dejó a todos con la boca abierta y una pregunta en la mente: ¿por qué alguien se sometería a algo así?

Dejar la piscina para conquistar lo imposible

Michael no es un novato. En su juventud fue un nadador de competencia de alto nivel, pero como a muchos, la vida lo alejó de las piscinas por casi 20 años. Sin embargo, pasados los 40, sintió que el agua lo llamaba de nuevo. Inspirado por historias de nadadores de aguas abiertas que rompían barreras, se dio cuenta de que todavía tenía mucho power en el cuerpo, pero no quería simplemente revivir viejas glorias en una piscina.

Buscaba algo más grande, un territorio desconocido que lo obligara a superarse de verdad. Así fue como se metió de lleno en las ultramaratones de natación, un mundo donde no solo luchas contra la distancia, sino también contra las corrientes, el frío y tu propia mente. Su primer gran logro fue cruzar el Canal de Molokai en Hawái, un nado de 42 km en océano profundo que solo un centenar de personas ha completado. Pero ni eso fue suficiente. Quería algo que nadie hubiera hecho antes.

El plan maestro: entrenar sin usar las manos

La idea de nadar esposado surgió como un desafío técnico. Si casi el 90% de la propulsión en natación viene de los brazos, ¿cómo diablos se avanza con las manos atadas? Para Moreau, la respuesta estaba en su patada. Decidió adaptar su técnica para depender casi exclusivamente de la potencia de sus piernas, perfeccionando una patada de pecho increíblemente fuerte y resistente.

El entrenamiento fue brutal y, a ratos, bastante solitario. Se cambió de casa para tener acceso a una piscina 24 horas y dejó su vida social en pausa para meterse de lleno en la preparación. Sus semanas peak superaban los 60.000 metros de nado, gran parte de ellos con una banda de silicona atando sus muñecas.

  • Adaptación total: Su cuerpo tuvo que aprender a moverse de una forma completamente nueva, transformando sus piernas en el motor principal.
  • Fortaleza mental: Entrenaba visualizando cada parte del recorrido y aprendiendo a controlar el miedo a lo desconocido: desde botes hasta la vida marina del río Hudson.
  • Disciplina de acero: Compaginó esta locura de entrenamiento con su exigente trabajo como director creativo, demostrando una organización y un compromiso fuera de serie.

La prueba de fuego: entre la euforia y el peligro real

El día del desafío, con un equipo de apoyo siguiéndolo en bote y kayak, Michael se lanzó al agua. Durante gran parte del nado se sintió eufórico, pero el río Harlem le presentó un muro de corrientes en contra que casi lo detiene en seco. El momento más crítico, sin embargo, llegó en el tramo final. Una corriente inesperada, causada por unas obras en un túnel, amenazó con arrastrarlo directamente bajo una barcaza. Fue un susto de aquellos, del cual solo se enteró de su verdadera gravedad al terminar.

A pesar de todo, cuando su equipo le gritó que podía bajar de las 10 horas, sacó fuerzas de donde no quedaban y remató con todo. Su tiempo final fue de 9 horas y 41 minutos. Al tocar tierra, la emoción lo desbordó. Era la culminación de un sueño que muchos tildaron de locura, una prueba de que estaba dispuesto a ir más allá de lo humanamente posible.

Nuestros límites más grandes suelen ser los que no se ven. La hazaña de Michael es un recordatorio brutal de que las barreras más difíciles de romper son las que nos ponemos nosotros mismos. Antes de tu próximo entrenamiento, tómate un segundo y piensa en esa meta que parece demasiado lejana o descabellada. Pregúntate: ¿cuál es esa "esposa mental" que te frena y qué pequeño paso podrías dar hoy para empezar a soltarla?

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